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(ca) Spaine, Regeneracion: Louise Michel ha resucitado Por liza (en, fr, it, pt, tr)[maschinelle Übersetzung]
Date
Thu, 3 Jul 2025 08:50:41 +0300
El tiempo quebrado y la estrategia revolucionaria: Hacia una teoría
revolucionaria libertaria capaz de superar las metáforas de acumulación
---- Louise Michel ha resucitado y las banderas negras al viento vuelven
a significar aviso de tormenta. Louise Michel ha resucitado y trae la
buena nueva de nuevo. No hemos profanado su tumba para zarandearla cual
marioneta. No es la protagonista de una pantomima adolescente. Es la
propia Louise Michel en carne y hueso. En primera línea. A pie de
barricada. Ha resucitado junto con la revolución social. Ya lo advirtió:
"Pertenezco por entero a la revolución social". Ciento veinte años
después de su fallecimiento, Louise Michel ha vuelto de entre los
muertos, ha abandonado la paz de la tierra porque ha vuelto la revolución.
El fin del Fin de la Historia
Ernest Mandel, economista marxista y líder trotskista de la IV
Internacional, desarrolló la teoría de las "ondas largas" del
capitalismo, influenciado por Nikolai Kondratiev. Mandel afirmaba que el
capitalismo no progresa de forma lineal, sino a través de ciclos largos
de crecimiento y estancamiento, que pueden durar varias décadas. Estos
ciclos son afectados por factores como la innovación tecnológica, las
luchas de clases, las condiciones geopolíticas y la tasa de ganancia.
Mandel identificó una "onda larga de estabilidad" que se dio después de
la Segunda Guerra Mundial y que se extendió hasta los años 70. Durante
este tiempo, el capitalismo tuvo un crecimiento sostenido, bajo
desempleo y un aumento en el bienestar social en los países
desarrollados, facilitando la integración de clases medias y la
desproletarización. Este crecimiento fue impulsado por la reconstrucción
después de la guerra, la expansión del Estado de bienestar y un contexto
geopolítico favorable.
Sin embargo, Mandel advertía que esta estabilidad no duraría. A
principios de los años 70, el capitalismo inició una nueva fase de
crisis, marcada por el colapso del sistema de Bretton Woods y la crisis
del petróleo de 1973, lo que llevó a la estanflación. Esto significó el
final de la "onda larga de estabilidad" y el comienzo de una fase de
inestabilidad, manifestándose en conflictos de clases como el mayo
francés del 68 y la primavera de Praga.
Aunque estos movimientos críticos de lucha obrera y autoorganización
fueron derrotados o desviados sería necio afirmar que el sistema
capitalista pudo recomponerse plenamente y alcanzar el mismo nivel de
estabilidad de los años de postguerra. Las contradicciones internas que
seguía generando nos permiten hablar de un nuevo periodo de
restauración, nunca completo, que solo logro cierto nivel de
estabilización la contrarreforma neoliberal de Margaret Thatcher en el
Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos y el comienzo del
Neoliberalismo. Nada de esto se pudo hacer sin utilizar la fuerza y la
guerra sucia, una contrarrevolución en toda regla, que logro una
desideologización generalizada, la implantación de una subjetividad de
consumo y la fracturación de la clase trabajadora a nivel interno y mundial.
El éxito de la ofensiva neoliberal, que ahora vemos llegar a su límite,
fue una pinza ideológica y material que atenazó el conflicto de clases.
El sector financiero se convirtió en un motor central de la economía
global, con un crecimiento exponencial de los mercados de capitales, los
derivados financieros y el crédito. Esto generó un período de
crecimiento económico, pero también de creciente desigualdad y
fragilidad financiera. Algunos teóricos, como David Harvey, argumentan
que el período 1973-2008 no fue una onda larga de estabilidad, sino una
fase de reestructuración capitalista basada en la financiarización y la
globalización. El neoliberalismo no resolvió las contradicciones
fundamentales del capitalismo, sino que las pospuso mediante el
endeudamiento y la expansión financiera.
La derrota histórica del proletariado terminó de confirmarse para
aquellos que aun albergaban alguna esperanza en el bloque socialista con
la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS y la implantación
definitiva del capitalismo de estado en China. El triunfalismo del
modelo neoliberal se condensó en la obra del politólogo estadounidense
Fukuyama que anunciaba con júbilo "el fin de la historia". Desde un
posicionamiento bien eurocéntrico y completamente desarmados a nivel
teórico y estratégico, la extrema izquierda comenzó su largo éxodo por
el desierto de la impotencia. Asumiendo las ideas de su enemigo e
imbuidos en carrera por bien que lograba derribar más metarelatos se
asumió como cierto parte del ideario de Fukuyama.
Esta deriva ha llevado a una crisis en la izquierda que en muchos casos
ha renunciado a la idea de una alternativa sistémica al capitalismo. En
lugar de buscar su superación, se ha concentrado en mitigar sus efectos
negativos a través de políticas redistributivas y regulaciones,
intentando construir un sujeto más amplio con la idea de multitud o de
ciudadanía o simplemente teorizando la huida o las islas alternativas,
siempre temporales, como líneas de fuga eternas. La revolución dejó de
ser posible, idea que asumieron hasta los propios mandelistas. En este
clima derrotista y depresivo de fin de la historia y de imposibilidad de
la revolución es donde el cadáver de Louise Michel se descomponía junto
con las aspiraciones del conjunto de la clase trabajadora.
Pero esta tendencia derrotista entro en crisis con el propio sistema
capitalista en 2008. El estallido de la burbuja marcó el fin de esta
fase de reestructuración capitalista en respuesta a la crisis de los
años 70 y abrió un nuevo período de incertidumbre y crisis estructural
en el capitalismo global. Una ola internacional de movilizaciones y
protestas, que solo los negacioncitas de la clase trabajadora se atreven
a fragmentar y teorizar como fenómenos aislados, sacudió los cimientos
de este sistema. Si bien, faltos de experiencias y con propuestas
políticas construidas desde la desesperanza fueron derrotados o
desviados, abrieron ante nosotros ojos un nuevo periodo de lucha de clases.
Lo que hasta hace pocos años parecía imposible parece estar hoy al
alcance de nuestra mano. Hablar de procesos revolucionarios y de
revolución desde la cotidianeidad de la derrota en la que hemos estado
varados parece cada vez menos anacrónico e iluso. La historia vuelve a
rodar y entre las grietas del tiempo estancado que se fractura y
comienza a tomar ritmo pueden oírse las amenazas que la propia Michel
lanzó al tribunal criminal burgués que sofocó a sangre y fuego la
rebelión de la comuna.
Una de las pocas ventajas, terrible ventaja, que tiene nuestra posición
como militantes revolucionarios, es que cuando se precipitan los
acontecimientos y las crisis se agudizan y extienden, no hay forma de
ocultar su presencia ni de minimizar sus impactos. Los desahucios, los
despidos, las colas del hambre, las movilizaciones y el descontento
toman el centro de la escena y poco se puede hacer para ocultar tanta
energía antagónica, tanto malestar. Las aspiraciones de las clases
medias de vivir desahogados se ven amenazadas cuando no directamente
destruidas, toda duda de cuál es la posición que cada quien ocupa en
este sistema productivo queda drásticamente respondida, miles de vidas
se despeñan por los vertiginosos bordes de la democracia al servicio de
las elites. Lo hemos visto y lo volveremos a ver.
Decíamos en algún sitio que nuestra perspectiva revolucionaria no está
fundamentada en ningún dogma de fe
(https://www.regeneracionlibertaria.org/2024/05/29/poder-popular-y-anarquismo-especifista/).
Tanto los análisis históricos como los estructurales en todos los
sentidos (economía, ecología, sociología...) nos indican que el
mantenimiento del statu quo y de la paz social es cada día más precaria
y que el futuro cercano nos depara profundas crisis sociales.
Las metáforas acumulativas en los planteamientos estratégicos emancipadores
La forma en la que construimos nuestras posiciones estratégicas está
limitada por el propio lenguaje. Para poder comunicar nuestras ideas
debemos solapar definiciones, construir imágenes y metáforas. Como
señalan Lakoff y Johnson en Metáforas de la vida cotidiana,
La metáfora impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino
también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual
ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente
de naturaleza metafórica.
Este proceso implica forzar la realidad en conceptos e imágenes que
luego reconstruimos dialógicamente, permitiendo la comunicación, pero
también condicionando nuestra percepción y acciones, influenciadas por
las metáforas de las que nos servimos. Conocer las metáforas que dominan
nuestras concepciones nos permite examinar y cuestionar cómo condicionan
nuestra aproximación a la complejidad social.
En el Movimiento Libertario en particular, pero también en muchos más
sectores de la extrema izquierda con objetivos emancipadores, las
imágenes a través de las que decodificamos y codificamos nuestros planes
estratégicos y nuestras previsiones están dominadas por metáforas de la
acumulación y el atesoramiento, o en otra vertiente visual, sobre la
extensión o liberación.
Este planteamiento meramente acumulativo se hegemonizó en la imaginación
socialista y en los movimientos sociales durante todo ese periodo
(1945-2008) cuando la revolución parecía imposible y a Louise Michel
nadie la esperaba. Todas las propuestas emancipadoras de aquella época
adolecen de falta de conceptualización de la crisis y del tiempo social
porque sencillamente no parecía posible tal cosa.
Podemos comprobar esta afirmación en los planteamientos de todas las
corrientes del movimiento libertario; la chispa que se extiende y
generaliza el incendio, la acumulación de Poder Popular y de Fuerza
Social, la liberación y el crecimiento de los espacios alternativos...
todo nuestro imaginario está condicionado por las metáforas de la
acumulación y estas metáforas a su vez afectan a nuestra forma de pensar
y proyectar propuestas estratégicas.
El abandono del tiempo social
El fin de la historia supuso cierto abandono sobre la cuestión temporal.
Como la historia ya no avanzaba, solo tenía sentido considerar el tiempo
en relación a los avances espaciales o de volumen. Aunque es cierto que
en ocasiones estos artilugios conceptuales fueron ampliados con
referencias temporales, la cuestión de los ritmos y los tiempos siempre
fue la menos clara y menos presente en las metáforas dominantes de la
espacialidad y la acumulación de fuerzas, o quedó supeditada a la misma.
Hablamos de construir organizaciones sin prisa en un proyecto de larga
duración porque el tiempo nos parece infinito e inalterable o pensamos
los momentos históricos convulsos y de agitación social como propicios
para incidir en los objetivos de extensión y acumulación de fuerza.
Esto no lleva a entender los momentos de crisis como breves
interrupciones de la cotidiana paz social, propicias para la ampliación
de nuestras fronteras, para la consolidación de nuestras defensas, para
el reclutamiento de nuevas tropas o para ganar experiencia. Todo parece
destinado a enfocarse en un despliegue continuo y no para abordar una
batalla final en condiciones más favorables en cuanto a número de
fuerzas. Para la mera superación cuantitativa y consecuente claudicación
de las resistencias del enemigo.
Hacemos parecer que la batalla decisiva nunca acontecerá porque nos
sigue pareciendo que el capitalismo es insuperable. El riesgo de no
prever la confrontación directa y abierta es no prepararse para ella.
Negar su posibilidad supone ignorar la responsabilidad de un desarrollo
estratégico. Entendemos la guerra de posiciones desligada de la guerra
de movimientos, lo que es peor, la guerra de movimientos se entiende
como pequeños avances de ampliación de los espacios liberados o de las
fuerzas acumuladas. Cualquier movimiento ofensivo queda condicionado por
una pretensión defensiva, pensada y realizada en términos de asegurar
mejor una posición y jamás del revés. Las victorias parciales se
convierten en un saco de arena que se cree fijado en nuestra última
barricada, la más avanzada.
Aquí es donde la visión reformista y pactista se encuentra en su salsa
llamando a la calma, denunciando a los incontrolados y pidiendo respeto
por las mesas de diálogo. Ojo, que reformistas no son solo los así
autodenominados, sino todos aquellos que faltos de un plan terminan
asumiendo posiciones conservadoras en los momentos claves.
Si bien algunas perspectivas se acercan de forma prospectiva a la
contemplación de la dimensión temporal en su conceptualización rara vez
logran escapar a la lógica de la acumulación y el desborde que nos
librará de la contienda. Un planteamiento que sigue ignorando el
problema temporal de la aceleración y la compresión de los tiempos, y
por supuesto el de la batalla final, que será ridiculizada por su cariz
tremendista y épico pero que contrasta con aseveraciones como la de
crisis terminal tan en moda entre los que más que mensajistas podemos
considerar como masajistas. Esperar a que un enemigo tan kamikaze como
el que tenemos en frente capitule y rinda sus armas es tan temerario
como inconsciente. Temerario como sinónimo de irresponsable.
Inconsciente como sinónimo de irracional.
La crisis de la resiliencia infinita del capitalismo
Que estemos bien lejos de aquellos que siguen afirmando la imposibilidad
de la superación del capitalismo y su capacidad infinita de resistencia
como Tomas Ibañez y otros post- anarquistas que han superado de forma
individual y sobre un papel más de un siglo de lucha obrera no nos
acerca a aquellos colapsistas que nos animan a retirarnos al campo a
construir comunidades autosuficientes ante la inminente y abrupta caída
del capitalismo, entre los que destaca Carlos Taibo en su deriva
Landaueriana o Zerzanista. Nos parece mucho más acertado y responsable
políticamente hablar de una reactualización de la época de crisis,
guerras y revoluciones.
La imposibilidad del sistema para recuperarse plenamente de la última
crisis económica, la pandemia mundial del Covid que anticipa un precario
equilibrio socio-sanitario, el rearme imperialista ante la disputa por
la hegemonía global entre China y USA que afecta directamente a las
fronteras europeas, el creciente clima de tensión en Oriente medio,
Asia, África y Latinoamérica, el auge de la extrema derecha, la
inexorable crisis climática, el agotamiento de los recursos naturales y
la crisis energética, las migraciones forzosas, la inestabilidad de las
sociedades de clases medias o la bajada generalizada de la tasa de
ganancia, son tanto síntomas de esta inestabilidad endémica como
factores de desestabilización que se retroalimentan.
Hay datos y análisis más que suficientes para entender que el sistema
capitalista está lejos de poder generar las condiciones de una nueva
onda larga de estabilidad y todo parece indicar que vamos a vivir un
periodo donde las crisis económicas, sociales, sanitarias y climáticas
serán cada vez más frecuentes, más largas, más profundas, afecten a mas
capas de la sociedad, se repitan con más frecuencia y no se recuperarán
hasta niveles previos. Todas estas evidencias han hecho que Louise
Michel se revuelva en su tumba.
El tiempo social es un tiempo relativo
Todos los relatos de las revolucionarias que han narrado sus
experiencias en los procesos de lucha de clase coinciden en una
percepción del tiempo radicalmente diferente al tiempo social sin
conflicto. El tiempo revolucionario es un tiempo revolucionado. Nosotras
no disponemos de una experiencia cercana de tal calado porque no hemos
vivido una conflictividad tan aguda. Lo único que podemos intentar hacer
en un intento por entender la experiencia de las revolucionarias es, a
través de un proceso de inferencia, multiplicar por mil nuestra propia
experiencia en los procesos de conflictividad social. El 15M quizás fue
el periodo de mayor convulsión de los últimos años, obviamente está a
años luz de otros momentos históricos de lucha de clase pero, los que
participamos en él de forma activa somos plenamente conscientes de lo
que hizo a nuestros calendarios y relojes, de cómo deformó el tiempo
social reordenando las prioridades y las urgencias.
La acumulación de masa social y de energía política que se desbordó en
las plazas y barrios del estado español precipitó la aceleración del
tiempo social. Aquellos meses tuvieron la actividad política de décadas
previas. Citas políticas, asambleas, reuniones, grupos de trabajo,
talleres, acciones, manifestaciones, comunicaciones... una actividad
frenética se apoderó de los movimientos sociales y de las organizaciones
políticas. Parecía imposible estar al día de todo, muchas sentíamos que
llegábamos tarde y débiles a los momentos claves. Solo desde aquí
podemos intentar imaginar lo que le hará al minutero una conflictividad
mayor, la lucha de clase abierta o un proceso revolucionario. Hablamos
directamente de saltos temporales, de cambios drásticos en la
subjetividad de las masas, en la experiencia política, en el nivel de
antagonismo y concienciación. El tiempo social es un tiempo relativo
porque se acelera o frena en relación a la masa social activada y a la
energía desatada.
La clave es entender que las Crisis constituyen rupturas en la
continuidad histórica de la paz impuesta, momentos de dislocación donde
el orden establecido se tambalea y se abren nuevas posibilidades. En
este sentido, las crisis se convierten en momentos de "verdad", donde
las contradicciones del sistema se manifiestan abiertamente y se ponen
en juego las fuerzas que compiten por la hegemonía.
Una Teoría Revolucionaria debe anticipar y prepararse para los periodos
de crisis agudas no como oportunidades para avanzar la línea de
trincheras ante un previsible periodo de repliegue sino como una fase
tan natural en el capitalismo como la de pacificación. La organización
que pretenda tener alguna incidencia revolucionaria y que no caiga en
posiciones conservadoras o incluso reaccionarias tiene que construirse
de tal manera que sepa anticipar y operar en estas circunstancias.
Construirse para abordar el tiempo quebrado
Una comprensión del conflicto de clase con perspectiva revolucionaria
que verdaderamente quiera construir una alternativa estrategica tiene
que romper de una vez con todas con la noción lineal y determinista del
progreso histórico. En lugar de una progresión suave y predecible hacia
el socialismo, el tiempo político del conflicto y de la lucha de clases,
debe concebirse como un espacio discontinuo, marcado por rupturas,
quiebres, aceleraciones y frenazos del tiempo social. Un enfoque
estratégico serio es incompatible con las concepciones estratégicas del
"socialismo fuera del tiempo".
Debemos abandonar la idea de "acumulación pasiva de fuerzas" pues
necesitamos desarrollar un sentido agudo de la coyuntura que nos permita
discernir el momento oportuno para la acción, adaptando las consignas y
tácticas a las circunstancias cambiantes. Esto implica pensar la
Organización Revolucionaria como "Caja de Velocidades" capaz de actuar
con decisión y rapidez, orientando su acción hacia el desarrollo de la
lucha de clases y aprovechando las oportunidades que surgen en el tiempo
quebrado.
Esta propuesta tiene necesariamente dos implicaciones directas. La
primera implica la necesidad de destinar una fuerza suficiente a la
lectura y el análisis de la coyuntura superando la idea de que el
análisis económico social se realiza en una primera fase de la
construcción de la organización y que con esta prospección preliminar es
suficiente.
En segundo lugar, supone que la organización debe pensarse de tal manera
que pueda redirigir su actividad de forma rápida. Para que esto no
suponga el abandono de espacios estratégicos o consolidados lo más
apropiado parece contar con un equipo de intervención flexible. De esta
manera cualquier riesgo de seguidismo queda superado puesto que el
redireccionamiento de fuerzas esta únicamente vinculado al análisis de
coyuntura y a un equipo especifico sin que suponga el desvío o la
paralización de toda la organización.
Cómo afectan las metáforas de la acumulación a nuestros planteamientos
estratégicos
La primacía del pensamiento acumulativo y la dejación de atención a los
problemas de la temporalidad y la velocidad de los procesos sociales
juega en nuestra contra. Nos impide explicar y abordar de manera
efectiva estos fenómenos de aceleración debido a una falla conceptual
que limita nuestra capacidad de acción. No incorporar herramientas que
superen las metáforas de acumulación y extensión limita nuestra practica
y nuestra capacidad de acción y adaptación.
Quizás una de las mayores y peores consecuencias de no incluir en
nuestras teorías una concepción del tiempo social más realista y acorde
a las conclusiones de las experiencias históricas de las luchas de
nuestra clase es que nos aboca a posiciones conservadoras. Para ejemplo
un botón; el proceso revolucionario abierto en Cataluña en 1937 enfrento
a dos posiciones políticas, los que planteaban que había que ir a por el
todo, consolidar el proceso revolucionario e instaurar la democracia
obrera frente a los que pretendiendo consolidar los avances
organizativos y la fuerza acumulada por la clase trabajadora en torno a
CNT optaron por restituir el poder de la Generalitat y priorizar el
Frente Popular antifascista como un paso previo al proyecto
revolucionario. El pensamiento acumulativo preponderante de la
estrategia anarcosindical tenía un vano en su desarrollo teórico sobre
las situaciones revolucionarias y los momentos de Doble Poder por el que
se coló el miedo y el conservadurismo.1
Por una teoría revolucionaria que conceptualice el tiempo y el espacio
El movimiento libertario en su conjunto y el anarquismo social
organizativo ha realizado enormes avances en la teorización y en la
praxis de la acumulación de fuerzas. Nadie puede poner en duda los
avances que han supuesto para nuestra clase los modelos creados por el
anarcosindicalismo, las posibilidades de intervención que abrió la
autonomía social y como aporta al desarrollo de la subjetividad
anticapitalista la aplicación de la acción directa y de la autogestión.
Las aportaciones que los anarquistas han producido en esta materia son
incuestionables y debemos tenerlos siempre presentes.
No obstante, en este artículo se defiende que ese desarrollo ha ido en
detrimento del entendimiento del tiempo revolucionario. Probablemente
estemos ante una de esas filtraciones burguesas que el anarquismo ha
sufrido históricamente, en este caso las propias del pensamiento
postmoderno y de su asunción del fin de la historia.
No debe entenderse que se propone un viraje de 180º ni un abandono de la
tarea de desarrollar los procesos de autoorganización de clase, de
autogestión y autonomía estratégica. Nada más lejos de nuestra
intención. Es más, lo aquí propuesto ni siquiera va directamente
dirigido a los proyectos amplios de autoorganización y lucha, estas
reflexiones pretenden llegar a las compañeras implicadas en la formación
de Organizaciones Revolucionarias Libertarias, de específicas que tengan
como objetivo realizar una militancia dual. Pedir a espacios amplios
algo así o las organizaciones de síntesis es completamente irreal por su
propia esencia.
Lo que se pretende defender es que las organizaciones político
ideológicas que pretendan servir al desarrollo de la construcción de
Poder Popular, de consciencia y organización de clase deben armarse
teóricamente de una comprensión mayor de los fenómenos de lucha social
atendiendo a el factor tiempo social. Contrarrestar los abusos de las
metáforas acumulativas, añadir a nuestro corpus teórico el factor tiempo
y poner en el centro la cuestión de la Crisis del Capital es una tarea
esencial en un momento histórico de claro aumento de la inestabilidad
política. Ahora que Louise Michel vuelve a figurar entre nuestras filas,
ahora que la crisis vuelve a cobrar una importancia central y que los
procesos de conflicto social tienden a agudizarse trayendo de nuevo la
posibilidad de la apertura de procesos de lucha social, ahora más que
nunca, debemos prepararnos para poder operar en el tiempo quebrado,
detectar las derivas conservadoras y contrarrestarlas para que los
procesos de lucha social se desarrollen.
Miguel Brea, militante de Liza
https://www.regeneracionlibertaria.org/2025/05/28/louise-michel-ha-resucitado/
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